A continuación de Florencia y París, el tercer Foro Social Europeo se sostuvo en Londres del 14 al 17 de octubre 2004. Obviamente, siempre es difícil evaluar un evento donde uno sólo logra participar en una infima parte. Sin embargo, la impresión general es un poco "desabrida" para decir lo menos, y prevalece el sentimiento de que la "fórmula" Foro Social necesita renovarse si queremos que el movimiento para otra mundialización lleve sus frutos.
El evento de Londres representaba un desafío considerable, puesto que el mundo anglosajón generalmente está subrepresentado en los Foros Sociales, y que comparado con Francia y Brasil, el movimiento altermundialista no tiene mucho impacto en la arena pública inglesa.
Con alrededor de 20.000 delegados, la participación era bastante menor que en Florencia y París, parcialmente debido al costo de registración y alojamiento en una de las ciudades más caras del mundo; pero también era resultado de las dificultades que tuvo que enfrentar la coalición inglesa, — dominada por los militantes del Social Workers Party y el movimiento anti-guerra “Globalise Resistance”—, para ampliar la base de los movimientos sociales teniendo en cuenta su diversidad ideológica y modos de actuar. Para tomar sólo el ejemplo de la economía social y solidaria, ¡fue sólo en el último minuto que el movimiento cooperativo inglés decidió participar e intervenir en el FSE!
Pero más allá de esta participación menor, varios delegados volvieron con el sentimiento que el FSE de Londres no tuvo impacto sobre la sociedad inglesa. Los medios de comunicación poco o nada hablaron del evento, si uno compara con la cobertura que tuvo el FSE de París-St Denis. El impacto sobre la clase política inglesa parecio marginal, a pesar del apoyo financiero y logístico del alcalde de Londres, Ken Livingston. Más generalmente, el Londinense medio no supo que el movimiento altermundialista europeo se había dado cita en su capital.
En cuanto a la economía social y solidaria, se organizaron cuatro seminarios sobre finanzas solidarias, movimientos sociales, desarrollo sostenible y alternativas económicas, lo que permitió profundizar las discusiones empezadas en Florencia y París. Me limitaré en hablar brevemente sobre el seminario co-organizado por el Mouvement pour l’Economie Solidaire (MES) y las cooperativas de producción de Ile-de-France sobre la democratización de la economía. Resultado de una puesta en redes entre movimiento altermundialistas, el debate buscaba eliminar las divisiones dentro de estos movimientos y reunir los puntos de vista de los sindicalistas, militantes de la altermundialización y ecologístas con las posiciones adoptadas por los actores de la economía social y solidaria. El debate fue fructífero y animado.
Más allá de una posición común arraigada en una crítica del concepto neo-liberal, el que pretende que la economía es una esfera independiente de la política y ajena a principios democráticos (el derecho de voto, un debate público y argumentado), Eve Durquety (UR SCOP IDF) y John Goodman (Cooperative RU) nos recordaron que históricamente, el movimiento cooperativo, al igual que el movimiento sindicalista, se originó en movimiento obrero. Es sólo a partir de finales del siglo XIX que los caminos tomados por ambos movimientos se han alejado. Como lo señaló Christophe Aguitton, en el siglo XX, el estado-nación se ha vuelto progresivamente el marco de las regulaciones o de ruptura con el capitalismo, según que uno sea reformista o revolucionario.
A pesar de un afán obvio de internacionalismo, no hay duda que es en la arena nacional que las luchas sociales se organizan y ven salidas para sus reivendicaciones. La globalización neo-liberal obliga las empresas de la economía social y las iniciativas solidarias, los sindicatos y las ONGs a reposicionar sus campañas a nivel europeo y mundial. Por un lado, las cooperativas sienten la presión de la competencia de las empresas capiatlistas y corren el riesgo de perder su carácter específico si olvidan el aspecto político de sus actividades. Los éxitos microeconómicos y la democracia dentro de las organizaciones permanecen frágiles si no se repercute en un cambio en las regulaciones económicas. Por otro lado, los sindicatos y los movimientos sociales corren el riesgo de encerrarse en una posición de protesta pura si no incorporan en sus programas las alternativas económicas existentes que proponen maneras distintas de producir, consumir y ahorrar. Construir un mundo más justo y más unido no pasa solamente por actos de resistencia frente a los efectos perjudiciales de la globalización, pero también por modificaciones en los actos económicos diarios en cuanto trabajador, consumidor o ahorrador. Dicho de otra manera, como lo dijo Alberto Zoratti (Roba dell’altromondo), se trata de proponer una utopía concreta que les permite a las personas actuar aquí y ahora.
Las actividades de la economía solidaria y de comercio justo presentan una combinación única en este sentido, son a la vez actividades comerciales (ventas de productos del comercio justo), pero también un proyecto de educación popular y de acción política como la campaña para la “Etica en las Etiquetas” de Artisans du Monde (Francia) o la campaña contra la OMC de Roba dell’ Altromondo (Italia). Existen puntos de encuentro entre las iniciativas que buscan relocalizar ciertas actividades productivas construyendo circuitos cortos de distribución con las demandas de los movimientos ecólogistas. Sobre este tema, Eve Mitchell (Amigos de la Tierra, RU) denunció la no-sostenibilidad ecológica del modelo de desarrollo del comercio internacional, el que demasiado frecuentemente fragiliza los saberes y los ingresos de los pequeños agricultores en el Sur.
Son muchos aún los puntos de debate. Frente al riesgo de que las empresas sociales reemplazen los servicios públicos, en particular en Gran Bretaña, Jean-Michel Joubier (CGT) llamó la atención de la economía social y solidaria cuya posición parece ambigua en esta área. De la misma forma, el respeto de los derechos sociales y las condiciones de trabajo de los asalariados de la economia solidaria no siempre corresponden con los valores declarados. Otros participantes cuestionan la fragilidad de las redes de distribución de los productos del comercio justo y el potencial de renovación de las cooperativas de consumo en los países como Gran Bretaña dónde todavía existen. Recíprocamente, los sindicatos ya no pueden restringirse a sancionar la división entre lo económico y lo social y al mismo tiempo negarse a asumir una posición clara acerca de los temas empresariales y de gestión. En un contexto de globalización dónde el tema de la responsabilidad social de las empresas está presente, se hace cada vez más necesario tejer nuevas alianzas entre los sindicatos y las ongs de la solidaridad internacional y del movimiento ecólogista.
Laurent Fraisse
http://www.socioeco.org/es/contact.php#lf